Desde un primer momento la guerra en Siria no ha sido una
prioridad para el presidente de una nación que tiene una alta tradición de
involucrarse en conflictos mundiales ajenos y generalmente lejanos a su
territorio. Donald Trump afirmó apenas asumió la presidencia de los Estados
Unidos que iba a empezar a pensar el país puertas adentro. La frase que lo
resume todo es “América Primero”. Su propuesta es que hay que dejar de
despilfarrar recursos propios afuera porque "La riqueza de nuestra clase
media ha sido saqueada y distribuida por todo el mundo".
La política exterior que viene llevando a cabo el mandatario en
relación a este conflicto es cuanto menos pragmática. En abril del 2017, a pocos
meses de haber asumido ordenó un ataque en Siria muy parecido al de este año.
La mayor diferencia es que antes se buscaba, además de destruir y disuadir el
uso de armas químicas, restarle poder a Estado Islámico. En ese entonces el
grupo gozaba de una posición mucho más dominante en medio oriente de la que goza
hoy, probablemente, gracias a ese uso de la fuerza.
Rusia sostiene que este último bombardeo que Estados Unidos
realizó junto con Gran Bretaña y Francia, que llamaron “Operación de una sola
noche”, fue un montaje.
Al igual que el del año pasado, se utilizaron los misiles
Tomahawk, y según se anunció fueron dirigidos a destruir tres áreas de
infraestructura para el desarrollo de armas químicas sirias: un centro de
estudios, un almacén y un enclave donde se guardan equipos para la producción. Además,
las potencias occidentales tuvieron en cuenta algunas variables. Se encargaron
de que Siria sepa del ataque con antelación, que los Tomahawk no toquen ningún
enclave ruso o iraní emplazado en el país, y mostrar que el pulso no va a
temblar en el momento que se quiebre el acuerdo de prohibición uso de armas
químicas.
Cuando se realiza un ataque militar de estas características,
el factor sorpresa es clave. El saberlo, le permitió al gobierno Sirio disponer
de algún tiempo para vaciar las bases de infantería, reubicar a sus fuerzas
armadas y trasladar sus equipos militares y aviones a las bases rusas donde se
encuentra la protección de los poderosos misiles tierra-aire S-400. De esta
manera, se redujeron muchísimo las posibilidades de destrucción reales que tiene
un ataque de este tipo.
Esta vez también Al Assad se encargó de demostrar, al igual
que el año pasado, que los efectos de los bombardeos de las potencias
occidentales fueron para su país como si nada. En 2017, habían sido contra una
base aérea. Al día siguiente, se la vio operando como en un día habitual.
Este año, la mañana después del ataque, el gobierno subió a
su cuenta de Twitter un video de 9 segundos con el título “La mañana de la
firmeza”, donde se lo ve al presidente sirio con su portafolio entrar al
Palacio Presidencial. Y luego apareció el Comandante General de las Fuerzas
Armadas Sirias declarando a la prensa que el ataque no afectó en lo absoluto su
capacidad militar.
En estos días posteriores al bombardeo, con muchos
impedimentos por parte del gobierno de Vladimir Putin, la OPAQ (Organización
para la prohibición de Armas Químicas) está tratando de investigar si realmente
las armas químicas fueron utilizadas o no. Desde que comenzó la guerra civil en
2011, hay muchas evidencias de que el gobierno de Al Assad con ayuda y
complicidad rusa, ha hecho uso de ellas contra la población civil. En ese
sentido, la labor de la ha sido enorme y por eso en 2013 recibió el Premio
Nobel de la Paz.
¿Cuál es el objetivo del ataque de las potencias
occidentales? ¿Solo la anunciada tarea de disuadir el uso de armas químicas? Y
si Estado Islámico está prácticamente disuelto en el país, ¿Por qué se decide
un segundo bombardeo un año después? ¿A quién va dirigido?
El objetivo disuasivo con este ataque parece que ha sido
cumplido con éxito: se logró destruir la infraestructura donde se producían las
armas químicas y se dejaron inhabilitados sus laboratorios, edificios y
aquellos equipamientos que hayan sido imposibles de trasladar antes del
bombardeo.
Cuando el presidente de Estados Unidos anunció el ataque con
el objetivo de disuasión, afirmó que éste era un “interés vital para la seguridad
de Estados Unidos”, pero que la guerra civil siria no lo era. Aunque el año
pasado parece que sí. Consideró que si bien ese territorio era un lugar
problemático, no le correspondía a él encontrarle soluciones ya que consideraba
que “El destino de la región está en manos de su propia gente”.
Lo llamativo del uso de los misiles Tomahawk este año es que,
dos semanas antes, Trump había anunciado que ante el retroceso de Estado
Islámico en Siria iba a empezar con el retiro de sus tropas del territorio.
Pero hubo algo que en esos días lo hizo cambiar de opinión. ¿O sólo lo dijo
para engañar a Al Assad? ¿Quién fue el responsable de hacerle dar este giro? ¿Fue
el nuevo Secretario de Estado Mike Pompeo? ¿Fue el Pentágono?
Nada parece indicar que el mandatario haya querido embaucar a
Al Assad sino que fue el factor humano el que hizo virar la decisión de Trump.
Lo novedoso es que no provino de su entorno cercano sino de alguien totalmente
externo al gobierno: el joven presidente de Francia Emmanuel Macron. El domingo
dio una entrevista a medios de su país donde confesó que fue él quien convenció
al republicano de las ventajas de quedarse en Siria a largo plazo.
Con buena persuasión y argumentos, Macron logró hacerle
entender a Trump lo que el Pentágono no pudo dos semanas atrás: que si bien
Estado Islámico estaba prácticamente derrotado en Siria ¿En manos de quien iba
a quedar la región si las potencias occidentales se retiraban? ¿Iba a dejarlo en
las de la cada vez más imperialista Rusia? ¿O en las del expansionista Irán?
Entonces, el presidente de Francia, acorde a la tradición de
su propia política exterior y también a la de su par, convenció al
estadounidense de que solamente con la acción militar de una noche, corta pero
efectiva, iba a poder poner orden en el tablero. Y demostrar a Rusia, Irán,
Turquía y al resto del mundo, que las potencias occidentales no se retiraban
del tablero de juego de medio oriente. El éxito de la misión, como dijo Trump,
se dio a la perfección.
Natalia Pettinari - Licenciada en Relaciones Internacionales
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