
En el discurso inaugural Alberto
Fernández afirmó que Argentina debe insertarse e integrarse al mundo
globalizado teniendo siempre como base los intereses nacionales y sintiendo a
Latinoamérica como nuestro “hogar común”. Además le sumo dos características a
este nuevo rumbo: quiere que sea plural y global. A saber, “Plural, porque
Argentina es tierra de amistad y relaciones maduras con todos los países.
Global, porque esa integración es con el mundo y con lo local a la vez”.
Nuestro flamante
canciller Felipe Solá declaró hace unos días que hay que desideologizar las
relaciones con el mundo, lo que no implicaría, según él, perder identidad. Que
una de las primeras acciones de gobierno sea haber dado asilo y refugio
político a Evo Morales y que el primer viaje al exterior que haga el presidente
sea a México, puede estar indicando que se priorice lo ideológico. Pero la
ecuación no es tan simple.
Si consideramos a América
Latina como nuestro “hogar común”, va a tener que primar sin dudas el
pragmatismo, porque en lo ideológico nos rodea la derecha. De esta forma se
manejaron Sebastián Piñera y Mario Abdo Benítez mostrándose dispuestos a tener
una buena relación con la Argentina. Aunque no parece ser el caso de Lenin
Moreno (Ecuador), ni de Iván Duque (Colombia), menos de Jair Bolsonaro (Brasil)
y está por verse como actúe Luis Lacalle Pou (Uruguay). La soledad del gobierno
argentino es realmente asombrosa.
De la misma manera que
cuando asumió Mauricio Macri, es la economía la que marcará el pulso de la
política exterior. Hace cuatro años para que el FMI nos diera un préstamo. Hoy
para ver como se lo devolvemos. En el discurso inaugural el presidente afirmó:
“El país tiene la voluntad de pagar, pero carece de capacidad para hacerlo”. En
este sentido la situación es muy similar a la de 2003. El nuevo gobierno va a
tener que ser si o si pragmático porque la prioridad debe estar puesta en las
negociaciones con el FMI. En este aspecto hay dos países a los que acercarse si
se quiere tener éxito: Estados Unidos y Francia.
Por el otro lado está
Brasil, un socio clave. Hoy las distancias parecen ser enormes. Alberto mostró
que intentará restablecer el vínculo. En su discurso sostuvo que “Con la
República Federativa del Brasil, particularmente, tenemos para construir una
agenda ambiciosa, innovadora y creativa, en lo tecnológico, productivo y
estratégico, que esté respaldada por la hermandad histórica de nuestros Pueblos
y que va más allá de cualquier diferencia personal de quienes gobiernan la
coyuntura”. Suena linda la teoría, pero difícil que llegue a la práctica.
Por eso los esfuerzos del
nuevo gobierno para unirse a otro grande de Latinoamérica con quien hay
coincidencia ideológica: México. Tanto Andrés Manuel López Obrador como Alberto
Fernández, coinciden en relación a la crisis en Venezuela y se niegan a
calificar al gobierno de Nicolás Maduro como dictadura. Además, defienden el
principio de no injerencia en los asuntos internos de los Estados y proponen el
dialogo como la mejor opción. Pero esta relación tiene varios factores en
contra. El principal es que para el presidente mexicano la política exterior no
es una prioridad razón por la cual sus viajes al extranjero son muy pocos. A lo
que hay que sumarle que el vínculo de México con el resto de Latinoamérica
nunca fue demasiado estrecho.
En relación al Mercosur,
en julio de 2019, luego de que se lograra firmar el inesperado acuerdo con la Unión
Europea, se realizó la Cumbre semestral de presidentes en la ciudad de Santa Fe.
Allí el entonces canciller Jorge Faurie sugería un “Nuevo Mercosur” con
propuestas para flexibilizar el bloque como por ejemplo reducir o modificar el
derecho a veto que complica las negociaciones con terceros países. En cambio, Alberto
Fernández se refirió en su discurso a la necesidad “robustecer el Mercosur y la
integración regional, en continuidad con el proceso iniciado en 1983 y
potenciado desde 2003”. Robustecer y flexibilizar no son sinónimos.
En cuanto al resto del
mundo, la relación con China sin dudas se seguirá manteniendo y es probable que
se incremente. Aquí el desafío será evitar demasiada dependencia. Con Gran
Bretaña y la cuestión Malvinas se cree que el gobierno argentino tiene
intención volver a congelar el dialogo y revisar los acuerdos de Madrid. La
Unión Europea, al igual que Gran Bretaña, se encuentra inmersa en dificultades internas
con lo cual la relación probablemente no sea una prioridad para ninguno de los
actores.
Nos encontramos, como expresó
el presidente “en un contexto internacional convulsionado” del que Argentina no
escapa. La victoria electoral del peronismo en las presidenciales ha servido
para calmar un poco el descontento social generado por las altas tasas de
pobreza, desempleo e inflación. Aunque no estamos exentos de que el país siga
el espíritu de protesta que hoy domina en la región. Hay retos muy grandes que
el nuevo gobierno deberá afrontar en los próximos años.
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