
La debilidad institucional de
Venezuela es la que marca pulso de esta crisis que no es otra cosa que una
crisis política. Claro que en el país hay muchas otras crisis como la económica
o humanitaria. Pero ésta, es una que se va a resolver de manera política. No
hay otra forma.
Es la fragilidad de los
organismos del Estado que Maduro ayudó a construir -o destruir mejor dicho- la que
sirve para concentrarlos y neutralizarlos en su partido. A estas alturas ya no vale
discutir cómo pasó. Pasó y punto. Es muy probable que ésta cúpula gobernante
comprenda que cada día está más cerca del fin, pero sabe que no puede rendirse.
Será sin dudas una resistencia hasta el final. No va a perder los privilegios y
fortunas que amasó con tanto esfuerzo porque, por enésima vez, a la oposición se
le ocurre derrocarla. El pueblo venezolano, bien gracias.
La oposición ayuda. Parece que no
logra capitalizar sus errores y vuelve al recurso de la “ilegalidad”. Guaidó
afirma que “el 90 por ciento de la población quiere cambio” para justificar su
“legalidad”. Y actúa como si
desconociera que el reconocimiento de más de sesenta países no da derechos. Los
necesita para que afirmen que su autoproclamación es legal, cuando no lo es. Para
sumarle al asunto nombró “embajadores” en varios países. Capaz se envalentonó
con tanto apoyo.
Aunque llamen “ilegitimo” y
“usurpador” a Maduro, o digan que en Venezuela hay “vacío de poder” no es
cierto. Quizá lo repiten y repiten a ver si ellos mismos se lo creen. Otros no
tan involucrados, consideran que hay dos presidentes. Pero si es así, uno sería
el que controla el aparato del Estado ¿y el otro? El otro no tiene capacidad de
dominio sobre las instituciones por más fondos que Estados Unidos le transfiera
a sus cuentas.
Si no quiere el mismo final de
siempre, la oposición debe estar unida para ganar credibilidad. Tiene que
generar confianza para poder crear una estructura jurídica sólida que le
permita plantarse desde un lugar nuevo. Y así, poder ser vista como una
alternativa a Nicolás Maduro. También debe lograr apoyos que hoy no tiene, y
parece que está buscando. Por ejemplo, hacia adentro, necesita quebrar al
principal sostén del chavismo que son los propios militares, para lo que ya se
propuso la “Ley de Amnistía”. Hacia afuera le queda negociar con China y Rusia.
Si no logra estos apoyos, lo más probable es que fracase.
Una vez más hay que recordarle a
la oposición venezolana que el sistema internacional está compuesto por Estados
soberanos. Si no hay soberanía, no hay Estado. Más allá de la forma de
gobierno. Más allá de Maduro y su tropa. La presión de otros Estados soberanos aporta
al contexto, como también lo hacen las penurias del día a día de los
venezolanos, que sin dudas necesitan una mano que los saque de este ahogo. Pero
el cambio, deben provocarlo ellos mismos desde adentro. Por favor, no cedan
soberanía.
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