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La crisis política de Venezuela


Hace veinte años que la oposición venezolana intenta, por diversos y cuestionables medios, sacar al régimen chavista del poder.  Hasta ahora falló. Y puede volver a fallar. O no.

La debilidad institucional de Venezuela es la que marca pulso de esta crisis que no es otra cosa que una crisis política. Claro que en el país hay muchas otras crisis como la económica o humanitaria. Pero ésta, es una que se va a resolver de manera política. No hay otra forma.

Es la fragilidad de los organismos del Estado que Maduro ayudó a construir -o destruir mejor dicho- la que sirve para concentrarlos y neutralizarlos en su partido. A estas alturas ya no vale discutir cómo pasó. Pasó y punto. Es muy probable que ésta cúpula gobernante comprenda que cada día está más cerca del fin, pero sabe que no puede rendirse. Será sin dudas una resistencia hasta el final. No va a perder los privilegios y fortunas que amasó con tanto esfuerzo porque, por enésima vez, a la oposición se le ocurre derrocarla. El pueblo venezolano, bien gracias.

La oposición ayuda. Parece que no logra capitalizar sus errores y vuelve al recurso de la “ilegalidad”. Guaidó afirma que “el 90 por ciento de la población quiere cambio” para justificar su “legalidad”.  Y actúa como si desconociera que el reconocimiento de más de sesenta países no da derechos. Los necesita para que afirmen que su autoproclamación es legal, cuando no lo es. Para sumarle al asunto nombró “embajadores” en varios países. Capaz se envalentonó con tanto apoyo.

Aunque llamen “ilegitimo” y “usurpador” a Maduro, o digan que en Venezuela hay “vacío de poder” no es cierto. Quizá lo repiten y repiten a ver si ellos mismos se lo creen. Otros no tan involucrados, consideran que hay dos presidentes. Pero si es así, uno sería el que controla el aparato del Estado ¿y el otro? El otro no tiene capacidad de dominio sobre las instituciones por más fondos que Estados Unidos le transfiera a sus cuentas.

Si no quiere el mismo final de siempre, la oposición debe estar unida para ganar credibilidad. Tiene que generar confianza para poder crear una estructura jurídica sólida que le permita plantarse desde un lugar nuevo. Y así, poder ser vista como una alternativa a Nicolás Maduro. También debe lograr apoyos que hoy no tiene, y parece que está buscando. Por ejemplo, hacia adentro, necesita quebrar al principal sostén del chavismo que son los propios militares, para lo que ya se propuso la “Ley de Amnistía”. Hacia afuera le queda negociar con China y Rusia. Si no logra estos apoyos, lo más probable es que fracase.

Una vez más hay que recordarle a la oposición venezolana que el sistema internacional está compuesto por Estados soberanos. Si no hay soberanía, no hay Estado. Más allá de la forma de gobierno. Más allá de Maduro y su tropa. La presión de otros Estados soberanos aporta al contexto, como también lo hacen las penurias del día a día de los venezolanos, que sin dudas necesitan una mano que los saque de este ahogo. Pero el cambio, deben provocarlo ellos mismos desde adentro. Por favor, no cedan soberanía.

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