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El momento de la traición


Hace unos pocos días Iván Duque comenzó a gobernar Colombia y va a tener que definir qué rumbo darle a su presidencia. Es el segundo candidato, después de Juan Manuel Santos en 2010, que llega al máximo cargo político de la mano de ex Presidente Álvaro Uribe. Y todos parecen estar esperando lo mismo: que se repita la historia de traición. Pendientes del momento donde Damocles descubre que tiene sobre su cabeza una afilada espada, atada por un único pelo de crin de caballo, que puede caerle encima en cualquier momento. Las dos únicas maneras que ésta se desprenda son: cuando su peso no resista más la delgada cerda o cuando alguien de una buena vez lo corte.

¿Duque lo hará? ¿Entretendrá a Damocles con un gran banquete hasta que se corte el diminuto pelo y caiga sobre él la espada? ¿O no hay ningún banquete y ninguna espada sobre la cabeza de nadie?

El primer día hábil después de asumir la presidencia, Juan Manuel Santos, tuvo dos reuniones importantes. Una con Néstor Kirchner, entonces Secretario de Unasur, mediador entre Colombia y Venezuela. Ambos países habían roto las relaciones diplomáticas por un conflicto fronterizo con Ecuador en 2008. Álvaro Uribe utilizó esta ruptura para acercarse a Estados Unidos y pretendía que su sucesor siga en esa línea. Pero éste, no solo se encontró con el Presidente de Venezuela Hugo Chávez en un santiamén, sino que enseguida reestableció la relación bilateral. La otra reunión de Santos, fue con los miembros del Poder Judicial que le cerraron la puerta a la re-reelección de Uribe cuando intentaba llamar a referéndum para un tercer mandato. La traición fue prontísima y grave.

Probablemente ahora Álvaro Uribe esté mirando para arriba. Justo dos semanas antes de que su apadrinado asumiera se conoció que la Corte Suprema le abrió una investigación por fraude procesal y soborno. Enseguida se apresuró a mandar una carta de renuncia a su cargo en el Senado. Pero vaya uno a saber que paso en el medio, que se arrepintió y le pidió al Presidente de la cámara que "retenga sin considerar" su carta de dimisión.

El ex presidente tiene más de 20 causas judiciales. Lo mismo para sus ministros y su entorno más próximo que están acusados de corrupción, soborno, fraude procesal, manipular testigos y de mucho más. Su propio hermano, Santiago Uribe se encuentra preso por homicidio agravado y por tener un rol activo en la creación de un grupo paramilitar llamado “Los doce apóstoles”. Lo que pase con esto, podría sin dudas perjudicar al nuevo gobierno.

Ocho años después la situación parece distinta pero con contratiempos. No pasó ni un día de la asunción de Iván Duque que se conoció un video de la celebración privada del nuevo partido oficialista. Allí se lo ve a Álvaro Uribe diciendo que “menos mal” el nuevo jefe de Estado no habló en su discurso de posesión sobre la consulta anticorrupción prometida en campaña y que ahora lo compromete.

El miércoles 8, día siguiente y primero hábil de su presidencia, Iván Duque inició un recorrido por la isla de San Andrés. Desde allí, tuvo que aclarar a la prensa que ya había llevado al Congreso un paquete de medidas anticorrupción como lo prometió en campaña. El jueves 9, estuvo en el municipio de Tibú, región del Catatumbo, donde no pudo escapar al tema Venezuela. Allí confirmó que su país seguirá denunciando ante la comunidad internacional al régimen dictatorial de Nicolás Maduro y garantizó que su gobierno no nombrará embajador.

Hay dos fechas a las que prestarle atención: el domingo 26 de agosto cuando se lleve a cabo la “Consulta Popular Anticorrupción” convocada por el saliente Juan Manuel Santos. Uribe y Duque la apoyaron aunque quizá ahora estén algo arrepentidos. La otra, el lunes 3 de septiembre, día que puso la Corte Suprema de Justicia a Álvaro Uribe para que se presente a rendir declaración por los delitos de fraude procesal y soborno.

Puede que ésta vez el ex Presidente confíe en su delfín, o no. La sensación es que el resto de los mortales estamos pendientes de ver una mínima tensión, fisura, intersticio, hendidura o lo que fuere. Un mínimo movimiento de ese bendito pelo de crin de caballo.


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