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¿Es populista Andrés Manuel López Obrador?


En 2006, cuando el clima latinoamericano favorecía a Andrés Manuel López Obrador perdió las elecciones por un puchito. Gritó, pataleo, denunció fraude, tomó el Zócalo, realizó una ceremonia autoproclamándose presidente legítimo y hasta nombró un gabinete. Pero perdió. En México no hay ballotage y si quería revancha tenía que esperar. Desde 1999 Hugo Chávez venía probando diferentes políticas de izquierda en Venezuela y Lula da Silva gobernaba Brasil desde 2003. A ellos se sumó Evo Morales en 2006 y al año siguiente Rafael Correa en Ecuador. Era el momento, pero no.

La oportunidad iba a ser doce años después y con la ola izquierdista en retirada. Hugo Chávez pasó a la inmortalidad dejando a Nicolás Maduro en Venezuela con una enorme crisis económica y migratoria. Lula da Silva preso y envuelto en procesos judiciales por casos de corrupción. Evo Morales sorteando obstáculos, ahora con grandes críticas al nuevo palacio presidencial de lujo, que hace un enorme contraste con el entorno de casitas pobres, bajas y de tonos marrones que rodea la plaza central de La Paz. Y por último, Rafael Correa con pedido de captura internacional. Éste ha denunciado un complot en su contra de parte del actual gobierno que, según dice, lo quiere ver preso.

La ola de la derecha ha llegado. Lenin Moreno en Ecuador que según parece se pasó a este bando, Mauricio Macri en Argentina, Sebastián Piñera en Chile, Iván Duque por asumir en Colombia, Michel Temer en Brasil, con próximas elecciones presidenciales en octubre donde la extrema derecha de Jair Bolsonaro lidera las encuestas detrás de Lula da Silva, que aún no sabe si puede presentarse.

El futuro Presidente mexicano asumirá su cargo el primero de diciembre. Aún despierta cierta curiosidad cuan populista será su gobierno. Pero hay ciertos rasgos que podemos analizar de su primer discurso en el Zócalo después de aceptar la victoria. El lingüista francés Patrick Charaudeau plantea que tiene que haber cuatro componentes en un discurso populista.

El primero, el gobernante describe de manera catastrófica la situación social de la que es víctima el pueblo y busca una manera de exaltar el resentimiento. En ese sentido AMLO no lo hace aunque podría. México tiene una población de más de 120 millones de habitantes y casi la mitad, 55 millones, es pobre. Además, las cifras de los últimos 12 años dan escalofríos: 234 mil personas asesinadas, alrededor de 30 mil desaparecidos y más de 100 periodistas asesinados. El futuro mandatario podría ser muy duro en ese aspecto, pero prefiere no hacerlo. En cambió ofrece unidad, llamando a “todos los mexicanos a la reconciliación y a poner por encima de los intereses personales, por legítimos que sean, el interés general”.

El Peje, como suelen llamarlo, no elige la confrontación de clases aunque en muchas oportunidades habló de un México de dos bandos: los buenos contra la élite que le ha robado al país la igualdad y la justicia. En este primer discurso incluye a todos “a ricos y pobres, a pobladores del campo y de la ciudad, a migrantes, a creyentes y no creyentes, a seres humanos de todas las corrientes de pensamiento y de todas las preferencias sexuales”. Aunque aclara que “Por el bien de todos, primero los pobres”.
El segundo punto es encontrar a los culpables del mal que los llevó a estar en ese lugar de crisis y debilidad. Pueden ser internos o externos. En cuanto a los internos, AMLO no nombra culpables directos sino a todo un régimen político en decadencia que “es la causa principal de la desigualdad social y económica y de la violencia que padecemos”. Si bien avisó que no va a permitir un solo acto de corrupción e impunidad durante su gobierno, sea de quien sea, porque “Un buen juez por la casa empieza”.

También podría haberse enfrentado con los medios de comunicación, a los cuales varias veces acusó de llevar a cabo una guerra sucia contra su persona, pero no. En cambio expuso en su discurso que “Fue ejemplar la pluralidad y el profesionalismo de la prensa, la radio y la televisión”.

En el plano externo, agarrárselas con el Estados Unidos de Donald Trump sería muy fácil, pero tampoco. Ha mencionado que “Con el gobierno de Estados Unidos de América buscaremos una relación de amistad y de cooperación para el desarrollo, siempre fincada en el respeto mutuo y en la defensa de nuestros paisanos migrantes que viven y trabajan honradamente en ese país”.

El tercer punto del que hace uso un líder populista en su discurso es la exaltación de valores, que parecen haberse perdido, para crear un vínculo de identidad nacional. En este aspecto AMLO resalta la importancia del trabajo duro y la honestidad. La madrugada del lunes en su discurso afirmó que “El pueblo de México es heredero de grandes civilizaciones y, por ello, es inteligente, honrado y trabajador”. Por eso ya avisó que desde las seis de la mañana estará trabajando con su gabinete de seguridad.

El Peje no tiene mansiones, vive en una modesta vivienda de dos pisos, a todos sus eventos de campaña viajó en clase económica y no ostenta ropa cara. Éste sostuvo: “No les fallaré porque mantengo ideales y principios que es lo que estimo más importante en mi vida”.

Por último, el populista tiende a mostrarse como hombre providencial, carismático, visionario, capaz de romper con el pasado por lo que será el salvador de la sociedad. En relación a este punto, su partido político se llama Morena “Movimiento de Regeneración Nacional” y fue creado en torno a su persona. Con él promete “hacer historia”. Y afirma que su mandato será una cuarta transformación en la vida del país después de la revolución independentista, del gobierno de Benito Juárez y de la revolución de 1910 que puso fin a la dictadura de Porfirio Díaz.

Para muchos mexicanos es una especie de mesías o de líder elegido para curar los males de su nación.  Su discurso ayuda: “Confieso que tengo una ambición legítima: quiero pasar a la historia como un buen Presidente de México. Deseo con toda mi alma poner en alto la grandeza de nuestra patria, ayudar a construir una sociedad mejor y conseguir la dicha y la felicidad de todos los mexicanos”.

Teniendo en cuenta los puntos del lingüista Patrick Charaudeau, hasta ahora y para tranquilidad de muchos, el discurso de Andrés Manuel López Obrador ha sido bastante moderado para lo que podría llegar a ser un gobierno populista. De todas maneras habrá que esperar. Considero que una de las claves a observar es como el pueblo “siente” a su líder. Me refiero al sentido emocional que éste encuentre en sus acciones. Y advertir qué tipo de actividades pueden llegar a impulsar el sentimiento de unidad con su cabecilla. Ahí está la clave de un gobierno populista.

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